lunar y solar / editado por norka korda

domingo, 25 de abril de 2010

conócete a ti mismo


Astrología de la crueldad : Conócete a ti mismo


Cuando enfocamos nuestra atención en la Astrología como un modo de conocernos a nosotros mismos
y de poder conocer a los otros para asistirlos ¿cuánto de verdad hay en ello y cuánto de fantasía proyectada? “Conócete a ti mismo”…
¿Cuántas veces hemos oído enunciar esta máxima de don Hermes Trismegisto a lo largo de nuestras vidas, y cuántas veces hemos dicho:
“Esta, sin lugar a dudas, es una proposición absurda, ya que obviamente es claro que se quién soy”? Bueno, de ser así no haría ninguna falta buscar ningún modo externo de conocerse, y muchos autores no gastarían ríos de tinta escribiendo sobre el tema; pero más allá de ello, ¿qué buscamos encontrar en la astrología aplicada al individuo? ¿Una ciencia, un método, una teoría, un vademecum infalible, un recetario? Si así fuera, mejor sería que dedicáramos nuestro esfuerzo a la alta costura, o a la decoración de tortas.
Alejandro Fau | Astrología de la crueldad (2): Conócete a ti mismo

Por lo común, se confunde el "conocimiento de sí mismo" con el conocimiento que tiene uno de su yo consciente. Quien tiene conciencia de su yo da por sobreentendido que se conoce a sí mismo. Sin embargo, ello es que el “yo” (psicológicamente hablando) sólo conoce sus propios contenidos, ignorando en cambio lo inconsciente y sus contenidos. El hombre toma como pauta del conocimiento de sí mismo lo que su medio social sabe de él, de sí mismo, y no de su efectiva realidad psíquica, que en su mayor parte le es totalmente desconocida.

En esto, la psiquis se comporta de la misma manera que el cuerpo físico con respecto a sus estructuras fisiológica y anatómica constitutivas de las que el profano, igualmente, sabe bien poco. A pesar de que vive dentro y a través de ellas, en su mayor parte las ignora y se requieren conocimientos científicos especiales para poder llevar a la conciencia siquiera lo que de ellas puede saberse, más aún lo que hoy por hoy no puede siquiera saberse.

Lo que comúnmente se llama "conocimiento de sí mismo" es un conocimiento, en su mayoría, dependiente de factores sociales y muy limitado de lo que ocurre en la psiquis humana. Encuentra uno en él, por una parte, un frecuente prejuicio de que esto y lo otro no ocurre jamás "entre nosotros", o en "nuestra familia", o en nuestro medio inmediato o cerca, y por la otra, y con igual frecuencia, muchas suposiciones ilusorias acerca de las propiedades psíquicas presuntamente existentes en el inconciente y que están destinadas a encubrir la realidad de los hechos verdaderos.

He aquí una vasta esfera de lo inconsciente que se halla totalmente al margen de la crítica y el control de

la conciencia, y en la cual estamos a merced de toda clase de influencias y de todo tipo de infecciones psíquicas provenientes del entorno. (Desinformación y propaganda, por citar solo los más claramente obvios). Pero como de cualquier peligro, también del de la infección psíquica sólo podemos defendernos si sabemos qué nos ataca, y cómo, cuándo y dónde lo hace.

Ahora bien, dado que el conocimiento de sí mismo es la familiaridad con una realidad individual y, obviamente subjetiva, precisamente es en este aspecto en el que una teoría nos es de escasa o nula utilidad. Pues cuanto más pretenda tener una validez general, tanto menos nos puede responder a una realidad individual.

Pretender que la astrología nos brinde un conocimiento general aplicable a una individualidad es un absurdo, pero quien en su mayoría recién se inicia a estudiarla así lo supone.

Una teoría científica, empíricamente fundada, es necesariamente de carácter estadístico, y esto es establecer un promedio ideal que borre todas las excepciones en sentido de más y de menos, y poner

en su lugar un término medio abstracto al que damos el carácter de válido. Este valor medio es válido, sí, pero posiblemente ni se dé jamás en los hechos verdaderos. Ello, no obstante, figura en toda teoría que se precie de tal como un hecho fundamental e incontrovertible.

En cuanto a las excepciones, en uno y otro sentido, pese a no ser menos reales, ni aparecen en el resultado final puesto que están compensadas entre sí.

Por ejemplo, suponiendo que en un pedregal se procediera a determinar el peso de todos los guijarros y se obtuviera un valor medio de, digamos, 133 gramos, esto indicaría bien poco acerca de las características efectivas del pedregal. Pero quien sobre la base de este dato creyera que cualquier guijarro que recogiese debe pesar 133 gramos, estaría tal vez muy equivocado; y hasta pudiera ocurrir que por más que se buscase no se encontrara ni un solo guijarro que pesase exactamente esos únicos “válidos” 133 gramos. Lo mismo sucede, pues, con las definiciones y explicaciones de carácter astrológico.

De esto se deriva el que la Astrología no pueda, por definición, ser llamada una ciencia, o una teoría, en el sentido habitual del término. Por más que busquemos, jamás encontraremos individuo alguno que se ajuste a ellas totalmente. El método estadístico proporciona el promedio ideal de una situación dada, pero no provee un cuadro de su realidad empírica. No es real. Aun cuando da un aspecto incontrovertible de la realidad, es susceptible de deformar la verdad efectiva hasta el punto de desvirtuarla por completo.

Esto último reza muy particularmente para cualquier teoría de base estadística, y contrariamente a lo que muchos creen, la astrología no la es.

Los hechos y los individuos se caracterizan por su individualidad. Forzando la definición, pudiera decirse que su matriz efectiva se compone en un todo de excepciones a la regla, y que por ende la característica primordial de la realidad absoluta es la irregularidad. Estas reflexiones deben tenerse muy en cuenta cuando se trata de una teoría, la psicológica por ejemplo, que ha de servir de pauta para el conocimiento de sí mismo. No existe, y no puede existir, un conocimiento de sí mismo basado en supuestos teóricos generalistas, por cuanto el objeto del conocimiento es un individuo, y esto es una relativa excepción a toda norma y una irregularidad básica. Por consiguiente no es lo general y regular sino que, por el contrario, es lo más peculiar lo que caracteriza al individuo. Éste no debe ser entendido como una unidad más, sino como particularidad única, que, en definitiva, no puede ser ni comparada ni conocida de antemano.

encajar

Cuando miramos a través de la lente astrológica a los otros, e incluso a nosotros mismos, debemos librarnos de definiciones y prejuicios de cualquier índole a fin de poder observar la realidad que es sin distorsiones. Pretender conocer de antemano a quien solicita una consulta astrológica sin antes haberlo visto siquiera, y solo basándose en definiciones generales y supuestos estadísticos para saber de “quién” se trata, no solo es pecar de omnipotencia o ingenuidad, sino que es algo totalmente inútil para ambos participantes. Cierto es que por medio de esas mismas definiciones y supuestos, y consideradas así como certezas, podemos conocer al hombre medio general, pero nunca llegaremos a la comprensión de ningún individuo en particular. El trabajo en la consulta astrológica no pasa por “achatar” al consultante hasta que encaje en un molde estándar previamente definido, sino en comprender la particularidad que lo hace diferente de ese mismo estándar para poder asistirlo en la consulta de un modo real y efectivo. Es una enorme tarea. Un trabajo que solo puede ser realizado si se sabe, primeramente, quién es uno mismo, a fin de poder diferenciarse en la dinámica interactiva que surge en la entrevista con un otro. Quien pretenda conocer a otro sin conocerse a sí mismo, sin dudas estará más ciego que un topo.

Pese a ello, prevalece aún en el inconsciente humano actual, la fantasía de encontrar en alguna parte el “Gran Tratado del Cómo Es”. Un texto, una técnica y/o un recetario en donde se nos explique, de modo simple y claro, el cómo son las cosas ya sea sobre nuestra propia vida o de la vida de los otros en general. A todas luces un absurdo, ya que si planteamos la vida como un proceso en desarrollo que culmina con la tan mentada muerte, nos es, por definición, imposible abarcar desde la conciencia individual dicho conocimiento y divulgarlo a otros. Cierto es que si contemplamos la vida de quienes nos precedieron, y apelamos a la estandarización de los procedimientos estadísticos, obtendremos una “teoría general del individuo humano”, pero como ya vimos, esta es de escasa o nula validez a la hora de aplicarla a la vida particular de cada uno. Siendo la vida individual una excepción a las reglas generales, solo podemos utilizar los valores conocidos para “filtrar” aquello que no se ajusta a la norma para poder seguir su desarrollo individual como una dinámica totalmente original, un algo único e irrepetible.

Lo astrológico nos habla de esta dinámica en un sentido práctico sin caer en las repeticiones.

A modo de ejemplo, desde el punto de vista de la música podemos decir que, a lo sumo, la astrología nos provee de una base rítmica sobre la cual poder identificar las infinitas variaciones sobre un tema dado. Podemos identificar estas variaciones, pero no podemos conocerlas de antemano. Al observar una Carta Natal, lo mismo que si fuese una partitura musical, solo podemos tener una idea general de cómo está pautada la parte rítmica (por ejemplo si se trata de un Tango, un Blues, un Bolero, etc.) pero nos informa bastante poco sobre la melodía que sigue ese tema en particular. Esta melodía solo puede identificarse en presencia del nativo y en la observación de su particular modo de desplegarla.

Decir, pues, que es efectivamente válida una interpretación realizada “a distancia”, a vuelta de correo por poner el caso, es una tontería, pese a que muchos así lo afirman y pretenden vivir de ello.

Es muy triste ver el cómo gran cantidad de profesionales reconocidos en el ambiente astrológico internacional, amparándose en su prestigio, desarrollan software de computadora sobre interpretación astrológica alimentando este engaño solo con el fin de obtener beneficios económicos inmediatos, minando y desvirtuando a tan noble y antiguo arte.

La resistencia que tenemos a atravesar circunstancias desagradables y dolorosas en nuestras vidas, nos lleva a buscar soluciones ilusorias de éste tipo a fin de evitarlas. Todos quisiéramos vivir de un modo pleno y gozoso sin conflictos de ninguna clase, pero no es ese el modo en que la vida pueda evolucionar de alguna manera. Muy por el contrario, caería ésta en una decadencia, y naturalmente buscaría desarrollarse de algún otro modo que nos excluyera si fuese necesario. Cuando la era de la prevalencia del dominio de los grandes reptiles ya no fue viable, esta debió ceder paso a la de los mamíferos; y cuando ésta no sea ya posible, deberá ceder paso a otra.

El “conocimiento de sí mismo” comienza, pues, con lo más inmediato y palpable de sí mismo: con el propio cuerpo. Como dijimos antes, con la propia anatomía y fisiología, con sus posibilidades y necesidades biológicas operando en el mundo. A este nivel de conocimiento de sí, astrológicamente se lo denomina como conciencia de la propia Luna .

Por supuesto que a estas modestas pautas de exploración de nosotros mismos, les siguen las más complejas ramificaciones y consecuencias fácticas en nuestro cotidiano devenir. Respuestas a preguntas tales como: ¿Cómo, qué y por qué como lo que como?, ¿Cómo preparo mis alimentos?, la destreza en estas artes, y el conocimiento práctico sobre la construcción de casas y la administración hogareña, son constitutivos a este nivel y debieran poder ser ejecutados por el individuo sin ayuda alguna.

Vivir plenamente este nivel de la conciencia del ser, es cualidad indispensable para acceder a un verdadero nivel superior de conocimiento de sí mismo que sea de algún provecho al humano adulto en su desarrollo individual.

Muchos menosprecian estos conocimientos por “toscos”, sin tomar verdadera dimensión de lo que conllevan. Prefieren no rebajarse a realizar dichas tareas, ya que las consideran propias de seres poco evolucionados, pero no saben que la ignorancia de ellas las retiene en ese mismo estadio evolutivo del cual reniegan. Cierto es que muchas veces se prefiere no realizarlas para ocupar el tiempo en otras cosas de mayor provecho, pero no a costa de su total ignorancia, ya que ello les impediría avanzar en su evolución conciente. Solo una vez que se es capaz de realizarlas es que puede delegarse a otros la tarea y, llegado el caso, a explicarles el cómo se espera que se realicen.

Pretender llegar al nirvana sin saber algo tan básico como lavar la vajilla, es una tarea inútil.

Cuando hablamos de saberes y conocimientos del Ser, de sus elevados planos emocionales y espirituales, y pretendemos arribar a ellos sin siquiera ser conscientes plenamente del denso plano desde dónde los miramos (y admiramos), es pretenderse demasiado (patológicamente lo podríamos definir como una inflamación del ego).

En este estado intermedio de la conciencia entre el mono y el ángel que comúnmente llamamos humano, que es donde nos encontramos ahora, es claramente visible nuestro estado evolutivo general.

Por más que rebusquemos en nuestra espalda física, no hay indicio de que nos estén creciendo alas.

Alejandro Fau


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